domingo, 12 de octubre de 2014

ENTREVISTA: “La nostalgia ha causado más muertes que la heroína”

Por CAMINO SAYAGO
Es su segunda novela. La inició a finales de los noventa y cerró el último capítulo en 2010. Con“Ansiedad (Vida de un Yonky)”, el escritor leonés Gabriel Oca Fidalgo pega un último puñetazo en la mesa para poner en su sitio una parte de su vida marcada por las drogas. Probó la heroína, le gustó y prosiguió hasta el final. Ahora sigue siendo protagonista, pero de otro tiempo y de una historia que el autor cuenta en primera persona. Un relato sincero y honesto, publicado por Ediciones Lupercalia, sobre el cielo y el infierno y lleno de nostalgia. El Bar Belmondo, ubicado detrás de la catedral de León, es, este viernes 25 de julio, el escenario elegido para su presentación. Una puesta de largo en la que ha tenido mucho que ver el también escritor leonés Vicente Muñoz.
—Presentas este viernes “Ansiedad”, tu segunda novela autobiográfica sobre un microcosmos escabroso, el dominado por la fragancia sutil de la heroína. A estas alturas de tu vida, ¿resulta inocuo desempolvar el baúl de los recuerdos?
—¿Inocuo? Escarbar en el recuerdo siempre tiene efectos adversos, secundarios, que dicen los prospectos. Yo me preguntaba más bien si servía de algo… en el fondo era esa la pregunta que me hacía: ¿para qué voy a sacar ahora todo esto? Respuesta sencilla: ¡para exorcizar mis demonios!, que queda como muy literal y todo eso. Respuesta de verdad de la buena, porque me gusta escribir, por el simple y llano gusto de contarla. Contar la mía y dejar constancia.
—Tras “La carretera muerta”, publicada en 2008, te sumerges de nuevo en este mundo. Ambas novelas están escritas en clave de ironía y humor, ¿pero el visitante cotidiano del infierno que fuiste, cómo percibe ahora la intensidad de las llamas?
—Vamos a ver. El motor, la idea, el estilo, nace desde el primer momento con la intención de filtrarlo todo por el tamiz del humor, un humor maligno cuando se pueda, o simplemente cutre y chabacano. No sé si lo habré conseguido. Yo desde luego me he partido de risa con ciertos pasajes, y espero eso mismo del respetable. Eso quería: humor. Alejarme de la vertiente lastimera, todo eso del pobre de mí, un drama duro y descarnado blablablá…. En cuanto a percibir, pues desde lejos. No es lo mismo que te digan que hay un fuego en el monte que estar currando de bombero en su epicentro. Y con cuidadín, estarse a lío no vaya a caer una colilla, que no se propague el fuego.
—Tu lema es reírte y que los demás se rían al leer estos relatos de un yonqui confeso. No se advierte por ningún lado un mea culpa. ¿Es la mejor fórmula para espantar a los fantasmas y desacralizar los tabúes que envuelven a la vida con DROGA?
—¿Un mea culpa? No sé si lo pillo…. Yo no tengo que arrepentirme de nada, al menos desde un punto de vista ético, yo conmigo mismo y el resto: Nunca engañé a nadie, nunca me aproveché de nadie, era legal en ese aspecto, demasiado incluso en ese mundo, quiero decir que me tangaron como a cualquiera, pero no por eso devolvía papeletas. Otra cosa es el fin y los medios… por supuesto que delinquí de todas las formas y maneras: vendí droga mayormente, por lo general, pero robé, cambié cosas de sitio, me las quedé… Tengo la conciencia tranquila no obstante, no voy a extenderme, pero lo que hice sé dónde lo hice y a quién le afectaban mis actos. Creo que me explico… estoy diciendo bien claro que nunca le pegué un tirón a una anciana, nada de eso. En cuanto al mea culpa propio, lo que hice con mi vida, ¡qué quieres que te diga!… Me arrepiento de algunas cosas, no me arrepiento de otras… Pero me gustaba, me gustaba más que nada. Por supuesto que le quitaría las espinas al ramo de rosas, alguna si no todas, pero es que así son las rosas…
—Te defines como espectro de los ochenta, embalsamado en cuero negro, pureta con síndrome de Peter Pan hablando del paso del tiempo. ¿Qué has descubierto al volver a recordar tras casi un cuarto de siglo? Hablas de neurastenia de la nostalgia…
—Buff. Es que esto creo que depende de la persona, su sensibilidad, no sé… Neurastenia de la nostalgia, en efecto. Así la defino, me refiero a recuerdos que te desgarran, que te ponen los pelos como escarpias. ¡Joder! La nostalgia ha causado más muertes que la heroína. Esto por supuesto es mentira, pero queda bien. Mentira al menos en cuanto a cifras. Es peligrosa la nostalgia… ¿Los 80’TA? El que los vivió conoce el paño, aunque hablo de vivirlos en la arena, detrás del burladero no te coscas, no te enteras, ahí no pasa nada de nada. Pero esto vale para todas las épocas. Como vale para cualquier tiempo la nostalgia de la que hablo, cuando tiendes a entronizar un momento y una época por el simple hecho de que no volverás a verla. Ahí nos engañamos todos, adornamos los recuerdos, los enfatizamos, les damos más valor del que tienen en realidad. En cuanto a descubrir no descubro nada, es comprobar más bien lo que sabes por ciencia infusa desde crio: que da igual la época, que son todas igual de chungas, que aquí sólo llueve y hace sol para los listos, que nosotros coleguitas somos el grueso y el grueso nace crece y desaparece, como en aquel anuncio de Cucal. Esto por supuesto vale sólo para mí, no quiero sentar cátedra, no pretendo convencer a nadie. Pero conste que no exagero, que así es como lo veo. Que sigo con ese síndrome de peter pan por acción voluntaria, que es que paso de crecer, hacerme mayor, madurar y sentar la cabeza, o al menos sentarla de ese modo tan cachondo en que entiende la sociedad que debes sentarla, o asentarla.
—El tiempo es una ecuación inexorable para entender por qué estamos aquí, de hecho tú has necesitado casi veinte años para concluir “Ansiedad” y poner las cosas en su sitio. ¿En qué forma te preocupa el tiempo y qué harías ahora si regresarás al punto cero de tu experiencia?
—Bueno. No llevo 20 años escribiendo Ansiedad, pasar sí que han pasado, 20 y más. Ha ido a tirones, a remolque. En cuanto a cómo me preocupa el paso del tiempo, pues me preocupa de la forma en que debería preocuparle a cualquiera, cualquiera que tenga 50 tacos y siga viendo el mismo tejemaneje, las mismas mierdas de siempre envueltas en papel diferente. Me preocupa la puta ley de Murphy porque se está cumpliendo a rajatabla. Y paso…. Con este tema se me calienta la boca, malo que no echo fuego como los dragones. ¿Que qué haría si pudiese volver atrás? Buf. Quién no se ha preguntado eso, volver atrás, pero sabiendo lo que sabes ahora. Que qué haría…. ¡Me haría adivino!, iba a tener un programa con una audiencia del copón. Y otra cosa. En el 85 fui a ver un cóncer de Nina Hagen a Bilbao y se suspendió. Pues mira, a ese cóncer no iría.
—La literatura llegó a tu vida a la vez que el caballo. ¿Atenúo la inmersión?, ¿ha sido el mejor chute?
—Eso es una mera coincidencia en el tiempo. Sin trascendencia alguna en los resultados. Simplemente la heroína y la literatura llegaron al mismo tiempo. No fui un yonqui tipo, tardé mucho tiempo en estar realmente enganchado. Con la literatura en cambio me zambullí de lleno, realmente lo comparo con una droga de verdad, la manera en que me entregué a ella al menos, la manera en que me sumergí. Atenuar no atenuó nada. Pero sí, ha sido el mejor chute de mi vida. La droga más pura. Sin literatura la vida no tendría sentido, no merecería la pena.
—Los cómics y en especial “El Víbora” fueron tus primeras lecturas, ¿de qué forma te engancharon y cómo encaminaron tus pasos hacia el parnaso literario?
—Bueno…. Había leído algún libro suelto, sin importancia. Pero tebeos, cómic y etc leí toda la vida. Podría decirse que de Mortadelo hasta que llegué al cómic undergroud. Estaba saciado, quería más. Empecé a leer y…. el resto es historia. Cómo historia es el Vibora, historia de nuestra cultura. Almodóvar dijo algo al respecto, no cito textualmente, pero vino a decir que algún día deberíamos agradecerle a El Vibora todo lo que ha hecho por la cultura de este país. Yo se lo agradezco humildemente con el recuerdo, lo hago en Ansiedad y ya lo hice en La Carretera. ¡Unos putos CRACKS!
—El escritor Thomas Bernhard es una referencia en tu escritura que no se puede obviar. También admiras a otros autores que desempolvaron sus fantasmas, entre otros Céline, Kafka, Bukowski, Kerouac, Genet, Thomas de Quincey…
—Buff. ¡Todos monstruos! Pero es que Thomas Bernhard y Céline… Vaya dos, la pareja de ases en mi mazo de naipes, ¿los otros dos? ¡Pues Céline y Bernhard, joder! Son los cimientos, el encofrado, la cúpula de mi parnaso literario. Porque Dostoievski come aparte, no cuenta a la hora de competir. Dostoievski es a la literatura lo que Pink Floyd a la música: no entran en concurso, no participan, están por encima del bien y del mal. No se puede hablar sobre ellos, sólo puedes leerlo, escucharlos. Referencia son todos los que dices y más… referencia e influencia. Son los que más me han llegado, lo que más me gusta, lo que más me llena, la autobiografía como género literario. Después, a la hora de hablar de influencias en el estilo, o a quién se puede asemejar más mi estilo, creo que se cae por su peso que es a Céline a quien me acerco, que es con la influencia de su estilo con la que intento expresar lo que expreso. Otra cosa es que yo pretenda, o intente, o tenga la desvergüenza, o la desfachatez, o la prepotencia de intentar escribir como Céline. ¡Por favor! Como Céline no escribe ni dios….
—Admites que William Burroughs no es tu escritor de cabecera pero compartes con él “el álgebra de la necesidad”, la droga no como placer sino como alivio…
—Es que dijo todo lo que había que decir sobre la heroína. No hay más. Yonqui, la novela, podría ser un ensayo. No se puede añadir más. Es claro, conciso, certero. Fue el primero en hacerlo y lo dejó todo clarito. Como escritor no lo soporto, eso por no decir simple y llanamente que arranque a tomar por culo con sus jeroglíficos. Le quitas yonqui y marica y es infumable, el prefacio del almuerzo y cuatro cosas siendo benévolo. Y si no lo soporto es por eso, porque el cabrón escribía, podría haber seguido en esa línea, ¡pero no!, tuvo que inventarse ese estilo del cut-up que es que deja sordo a los tuertos, literatura de las pajas mentales, carne cruda para intelectuales… Todo en plan mira chaval lo profundo y lo enrevesao que soy que no te coscas. Pero Yonqui fue el primero. A partir de ahí sólo puedes añadir tu opinión, o traer el tema a tu época. O tener el Talento con mayúsculas de El Ángel, tener su Talento para escribir algo tan mágico, tan cruel y tan bello como los planos de la demolición.
—Además del cómic underground, ¿qué lugar ocupa el cine y la música en tu obra?
—En mi obra siempre está presente. En mi vida lo es todo para mí. Si me quitas el cine y la literatura me trae más cuenta pegarme un tiro. Un mundo sin cine y sin literatura no seria posible. La música hace unos años que la he dejado un poco aparte, va a ráfagas. De chinorri era mi piedra angular, empecé de muy niño a pirarme por el rock, esos grupos, sus músicos, ¡para mi eran dioses!, y te hablo con once o doce años. Y así siguió muchos años. Estaban el cómic, sí, pero la música lo era todo para mí. Los conciertos que he visto, la música en todas las fiestas, viajes, salidas, momentos, con cascos, sin cascos, en el curro o de acampada… las primeras cintas de casete, los vinilos que acumulé y que ahora ni pongo, pero que entonces, con quince o dieciséis años eran más que un tesoro para mí: la portada, sacarlo, limpiarlo, pincharlo… Y seguir las andanzas de eso dioses en las revistas, el Popu…. Todo eso pasó. Ahora apenas escucho música, voy a los cóncer aquí en León, sí, pero en casa pongo poco o nada, y cuando lo hago es clásica mientras leo. Pero la música forma parte de mi, no ya de mi cultura, si no de mi. Hay canciones que me hacen estremecer, canciones que vinculo a estados mentales, que traen consigo momentos y recuerdos. Creo simplemente que es el arte más directo, el que más rápido llega a golpear.
—Cambiando de tema, el rigor narrativo no es una de tus características, saltas hacia delante y hacia atrás: un caos que adopta los saltos como norma y las vomitonas como estilo. Dices que es tú versión en súper-8, recuerdos y ensoñaciones que se funden…
—Sí. No es lo mío el rigor narrativo, al menos en esta novela. Lo advierto de entrada y me disculpo de camino. Al fin y al cabo tiene mucho de eso, un monólogo que va saltando de puente a puente, recuerdos que traen otros recuerdos y se invocan ellos solos. Imágenes que vienen sin llamarlas y tienes que atenderlas porque ahí están.
—Finalizas la novela diciendo que la carrera ha terminado y alguno habrá ganado, ¿Tú has ganado?, ¿Qué pasó con la llave del Paraíso-cadena Inexorable?
—Depende del punto de vista. No es un partido, ni una confrontación con tangibles, aquí hay mucho intangible… Para mí ya es una victoria el simple hecho de no estar pagando la hipoteca de un piso, de un coche, llevar los niños al colegio, que me ponga morros la mujer en la cena porque han venido los suegros y he llegado tarde al festival. Tengo 50 tacos, o casi, 48, qué más da…. Y entiendo que alguno flipe al leer esto, que me mire como a un marciano por exponer esta filosofía. Pero es lo que hay, más flipo yo cuando veo una pareja joven, cuerda y sana que se pone de acuerdo para traer una criatura a este mundo. Pasa sólo que yo me lo cayo, o no había dicho ni ojos negros hasta este momento.
¿Si gané? ¡Joder!, estoy vivo. Estoy cuerdo. Y salvo un hígado levemente resentido, estoy vivo cuerdo y en un buen estado de salud. No sé si he vencido, nunca me lo he planteado así. De la cadena inexorable y blablablá también habría mucho que contar. Por ejemplo que en los 80’TA las calles estaban infestadas de heroína. ¡Ese cuento se acabó! Ahora se lleva la blanca, la farla, el perico, el merengue… la coca, ustedes ya me entienden. La puta cocaína y el speed y las pastillas. Modas, estilos, ¿pero son modas y estilos que impone alguien en su momento porque conviene? Vamos a correr un tupido velo, o como dicen en mi barrio ¡que corra el aire! ¿Yo? Yo aquí estoy. Esperando a que la den regulada y con receta en la farmacia, ¡la heroína!, digo, que es tanto como esperar a encontrar un político que no sea corrupto en este país de farsantes. Mientras tanto me mantengo lejos y alerta. Siempre alerta, no se pueden bajar los brazos, ni dejar de vigilar porque haya pasado el peligro.
—“No voy de mártir. No voy de listo. No voy de duro. No voy de nada. Cada cual debería ser juez y verdugo de sus propios actos”. ¿El destino es infalible?
—Que no voy de mártir es un hecho, que no voy de listo se da por entendido, y en cuanto a duro, te puedo asegurar que soy duro como la mantequilla. Lo de juez y verdugo ya es más fácil…. Pa eso tenemos al gallardón que cuida de nosotros como el Batman con gotan city. ¿El destino? “El destino es de lo malo lo peor, la zancadilla perpetua y en circulo.” Son palabras de Céline. Yo sólo digo que el destino existe, y no voy a discutir, paso de enzarzarme con cartesianos. Del mismo modo que no discuto con iluminados que piensan que el aborto es un insulto a dios, o una afrenta a Snupi y al niño Jesús.
- "Ansiedad".Portada
– “Ansiedad. Vida de un yonqui”. Portada del libro.
Dices que Vicente Muñoz ha sido un importante motor para que tu novela llegará a buen puerto, ¿no habría sido posible la publicación sin él?
—Eso sin duda. Lo afirmo y lo mantengo. Pero no ya con Ansiedad, con La Carretera muerta también. Fue a Vicente al primero que le pasé mis escritos, y fue él el que me dijo que valía, que no lo dejase, que siguiese adelante. Vicente lleva muchos años dejándose la piel con este tema. Los resultados ahí están: una veintena de libros publicados: poesía, narrativa, ensayo. Y eso sin olvidar su fanzine, ese maravilloso Vinalia Trippers en el que empezó a publicar tanta peña. Y las colaboraciones, y sobre todo las antologías que ha llevado a cabo. Pasa que él sigue adelante, no se detiene, no ha terminado con una cosa y ya está en la siguiente, sin pensar en resultados. Pero yo sí, yo sí que pienso. Y pienso que es una indecencia que haya mogollón de plumiferos chupando de la teta vitalicia, que es una aberración tener a un montón de cagatintas subidos al carro del éxito mientras que a gente como Vicente Muñoz Alvarez, o David González, no se les reconoce su trabajo. Yo no valgo para eso, soy muy vago, dejando a un lado que me puede el desencanto. Yo simplemente mando el tocho a una editorial, me dan el NO por respuesta y ya es que paso de volver a intentar. Fue Vicente el que me dio la confianza suficiente por un lado, y fue él el que me puso las cosas en su sitio, cuando mandé uno de mis escritos al premio Nadal ni más ni menos. Pero bueno, con eso podría escribir un relato: sin sangrado en la derecha, con faltas, de pena. Me explicó lo que hay, y que para nosotros hay editoriales alternativas, publicar ahí sin esperar nada. Me dio unas cuantas direcciones, modo de hacerlo. Lo hice pero no llegó a buen puerto. Total que pasé, normal en mí. Pero él no. Y fue él, Vicente, el que me puso en contacto con eclipsados en su día donde terminé publicando La Carretera. Entre medias he publicado tres micro relatos en el Vinalia. Y ahora, de nuevo gracias a él, vuelvo a publicar con Lupercalia esta Ansiedad. ¿Que vale? ¿Que es bueno? ¿Que si no tuviese calidad por mucho que mediase Vicente no hubiese prosperado? De acuerdo, puede. Pero es que si no da el paso Vicente, mi colega Vicente, aquí sigo yo encerrado en mi rutina. Es lo que hay y así tengo que decirlo. Una de esas personas de las que te precias de ser su amigo.
—Por último, ¿en qué andas metido, qué te ronda por la cabeza, qué proyectos tienes?
—Leer, chupar cine y series por un tubo e intentar escribir en la medida de lo posible.
¿Proyectos? Pues una novela. Una novela que lleva apalancada en su esqueleto más tiempo incluso que Ansiedad. Nunca pensé que volvería a meterle mano, como digo es el armazón y necesita mucho curro, no me veía ni con fuerzas ni con ganas de ponerme a ello. Ansiedad me ha dado el impulso y con ella estoy. ¿El argumento? Pues es novela, y novela de ficción, o sea, argumento nudo y desenlace, más o menos. Teniendo en cuenta que va narrado en primera persona por mi menda. Pero novela de ficción al fin y al cabo. ¿Y que cómo se desenvuelve? Pues en el único sitio en que se puede desenvolver, en los años ochenta, con dos críos espabilaos, violencia, quinquis, heroína, sangre de barrio, los Chunguitos y los Clash. De momento no os cuento más. Ni menos…

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