domingo, 15 de febrero de 2015

fantasmas de los ochenta

Fantasmas de los años 80

En la memoria artificial de los medios, los 80 en España fueron una época con encanto. Aunque hoy se nos presente como entrañablemente hortera, con sus calentadores, con su Eva Nasarre y su Movida madrileña con homenajes gubernamentales, que todo lo tapa y todo lo engulle, lo cierto es que fueron años con demasiados rincones oscuros y muy pocos se atreven a contarlo.

imageEl leonés Gabriel Oca Fidalgo es un superviviente de aquella época, de los criados en los billares. De los de cuero, tachuelas, pinchos y camiseta de los Maiden. De los de la cheira y tatuajes treneros y bisutería macarra.  De los que vieron a los primeros Barón Rojo en directo y de los que fueron testigos del auge de la escena punk vasca y las temibles cargas policiales que se daban por allí entonces. Y también, cómo no, de los que pasaron varios lustros enganchados a la heroína, el veneno que se llevó a tanta gente por delante y del que hoy casi nadie habla.

Ansiedad. Vida de un yonqui es el testimonio de las vivencias del autor con las drogas durante aquellos años. Escrito en jerga, como si te estuviera contando su historia en una tasca, Oca Fidalgo divaga y desentierra recuerdos que van surgiendo desordenadamente: el colegio, el servicio militar (durante el cual ya consumía varios tipos de drogas), o los pedos que se pillaba con amigos mirando Godzilla pasado de tripis. Estas historias, algunas absolutamente hilarantes, se intercalan con divagaciones que con frecuencia no vienen al caso, y que, desgraciadamente, con frecuencia no aportan nada más que una visión nihilista bastante manida y en ocasiones difícil de leer, aunque no por su complejidad, sino más bien por su ausencia de estructura y la sensación de que es escribir por escribir.

La caótica narración está llena de alusiones y citas de los escritores que han influenciado de alguna manera al autor, desde el legendario William Borroughs hasta el insoportable misántropo Fernando Vallejo. Tal vez Gabriel Oca Fidalgo es el reverso lumpen del primero: Burroughs vivió una época en la que era más fácil pillar opiáceos que agenciarse una jeringuilla con la que inyectarse, y en España en los años 80 era realmente complicado hacerse con una chuta, de ahí las miles de enfermedades que acarrean muchos drogodependientes, que tuvieron un frenazo repentino cuando las instituciones decidieron frenar aquella locura. Hoy, el autor describe en algunas de sus divagaciones un mundo que no acaba de comprender, donde las drogas están adulteradas, el caballo es casi historia y la metadona corre por su cuerpo. Atrás quedan muchos caídos en la dura batalla de los años 80, la de las reconversiones industriales y el paro, la de la incertidumbre y la ausencia de expectativas de ningún tipo.

Sin rencores y sin achacar sus males a la sociedad, el libro de Gabriel Oca Fidalgo es, ante todo, sincero. No me cabe ninguna duda de que tiene muchas pequeñas historias que contar, pero espero que las divagaciones se queden en el tintero la próxima vez, y nos regale más historias, más ordenadas quizá, como las de su trabajo en el casino o el pinrel de su compañero en la mili, los hundidos y los salvados, más historias de las que en este país ingrato nadie quiere recordar, las vidas de quienes estuvieron allí, justo al lado de todos nosotros, enganchados a una posible muerte prematura. Las vidas de quienes encontraron la democracia en una jeringuilla, de los descubridores tardíos del ácido, de las litronas, de las anfetas.

Hoy podemos ver a algunos de los hundidos esperando la muerte en pozos de miseria y delincuencia como las Barranquillas en Madrid. Los zombis que a veces salen a pasear el anuncio de su propia muerte a los barrios ante el desprecio de los vivos no saben que, al menos, hay salvados que pueden dar testimonio de todo aquello. Qué sé yo. Siento una debilidad tremenda ante este tipo de historias y vidas, y un respeto casi religioso por aquellos que lograron enderezarse. No es William Burroughs, pues para eso hay que haber venido al mundo con dinero, y el norteamericano sería incapaz de contarte sus andanzas durante el servicio militar y hacerte llorar de la risa. Afortunadamente, tampoco es Fernando Vallejo.

lunes, 13 de octubre de 2014

KARMA TO BURN


del blog la tormentam en un vaso de agua.

lunes, septiembre 08, 2014


Ansiedad. Vida de un yonqui, Gabriel Oca Fidalgo

Lupercalia, Alicante, 2014. 174 pp. 12,95 €

Miguel Baquero

Es curioso que, de un tiempo acá, esté leyendo muchas novelas sobre heroinómanos escritas por ellos mismos –o por escritores que intermedian para relatar sus vivencias– y así mismo, como editores, recibamos muchos manuscritos en torno al tema. Es curioso, pero creo que tiene una explicación, la de siempre: el tiempo. Quienes sobrevivieron a los duros años de la aguja y, posteriormente, al estrago silencioso del sida, hoy, al echar la vista atrás, pueden contemplar aquella experiencia, que en muchos casos se corresponde con tres cuartas partes de la vida, con la emoción debidamente contenida, sin caer en esa apología ingenua de la drogadicción en la que entonces era muy fácil picar, pero sin servirse de esa moralina posterior y recurrente que tan fácil también parece recitar de carrerilla.
Sencillamente, como una experiencia humana más —quizás la más fuerte de los últimos tiempos—; y este es el campo, el de tratar la vida, en el que entiende la literatura, y de ahí, creo, que —medio serenado ya todo, y casi digerido— es ahora cuando surgen las novelas. De diferente calidad, por supuesto: la ex drogadicción por sí sola no es un valor. Las hay malas, las hay buenas, y las hay mejores, y Ansiedad, la segunda novela de Gabriel Oca Fidalgo tras La carretera muerta podría entrar en esta última categoría.
El título lo explicita bastante: estamos ante la vida de un yonqui, de un adicto, a la heroína, principalmente, pero en realidad un politoxicómano, como se estilaba en los 80: catador de todo tipo de sustancias prohibidas. En la novela se nos cuenta cómo se introdujo en aquella corriente, que entonces, siendo el autor un chaval, era bastante impetuosa: nadie espere, sin embargo, un relato morboso sobre el primer pico, por ejemplo; si algo caracteriza a las buenas novelas, en general, y a estas sobre la droga en particular, es su naturalidad, el estar contadas como sucede la vida: sin pomposos preámbulos, largos prólogos, estudios previos… sucede, sin más, y no hay tampoco mucho tiempo para detenerse en el instante.
Esto, como apuntaba al principio, el hecho de no disertar en pro ni en contra sino centrarse en la experiencia humana, es uno de los grandes valores novelísticos de esta Ansiedad. Otro —entre varios más que pueda encontrar el lector— es su acertado, y natural también, uso de la jerga, del argot de las calles y los poblados de chabolos donde se pillaba, del maco donde muchos pasaban algunos años…, un verdadero dialecto, como Oca parece querer demostrar por la soltura con que lo usa, en el que puede expresarse un escritor con eficacia y espontáneamente, sin darse ínfulas de lo canalla que uno ha sido o de la mala gente malhablada con la que se ha llegado a juntar. Oca, sencillamente, se expresa así para escribir, como buen novelista que busca su propia y particular manera de decir. Y en bastantes casos consigue con ello alcanzar cotas muy altas, y en un episodio en concreto, en el que narra como un amigo suyo se quedó definitivamente colgado después de un viaje de tripi, da con el tono justo y preciso para conmocionar al lector y componer una escena emotiva de esas que, posiblemente, queden en la memoria de quien lee por más que pasen años y libros.
En el debe —porque un buen libro también tiene que tener debes—, yo incluiría el excesivo espacio y protagonismo que da el autor a los años en que hacía el servicio militar, y ya se ponía, en detrimento del tiempo antes y después de aquello; también las consideraciones, digamos, “metaliterarias” sobre lo que está escribiendo, sus dudas, en determinados momentos, que expresa “en voz alta” sobre si se le entenderá, si resultará confuso, si estará utilizando el lenguaje adecuado… Algo que choca bastante con aquella naturalidad que, mediante el argot, se trata de mantener. Y así mismo incluiría en el debe sus “caídas” en el lugar común cuando se interna en cuestiones políticas y sociales, su uso recurrente a la frase agradecida y sonora que todos nos podemos imaginar cuando se habla, por ejemplo, de la democracia, del capitalismo o del hambre en el mundo y que, aparte de chocar con esa voz genuina que en buena ley se busca, el autor emplea con cierto tono de soflama y en una actitud que quiere ser transgresora pero que en este punto en concreto no sobrepasa “lo habitual”. Pero aparte de estos pequeños debes, y si el lector quiere recorrer, mediante un lenguaje sonoro y distinto, una galería de tipos humanos todavía reconocibles, y encontrarse con algún episodio sobrecogedor, como el apuntado arriba del cuelgue de un amigo, le recomiendo sin duda esta Ansiedad de Gabriel Oca Fidalgo.

DEPRISA DEPRISA



levantarse amaneciendo en la chabola, y salir a ese crepúsculo que cubre el barrio con su manto de esperanza en el castigo. los olores y las voces lejanas, la luz y el movimiento circular, los chamacos violentos con sus promesas de odio...... 



el que no haya molido ese café con miedo, nunca sabrá el aroma que desprenden los pucheros del agobio, el café que se prepara con el agua amarga del rocío, el aroma que desprende el pulso de la ansiedad. es todo o nada al alba, es el juicio en la última mañana. lo jugamos deprisa deprisa y ahora toca zumbar con lo puesto, deprisa deprisa y sin que te den a elegí. deprisa deprisa, ¿se puede pedir algo más o mejor?

domingo, 12 de octubre de 2014

RECORDANDO A LOS PERROS, ¡SIEMPRE!

CARTA ABIERTA A LA OPERCIÓN ARAÑA:
No le puedes llamar sinvergüenza a alguien que no tiene vergüenza..... es tan cansino como barrer hojas en medio de una ventisca. No puedes esperar que tenga pudor alguien que carece del mínimo sentido del ridículo. Es absurdo, es tiempo perdido..... hace tiempo que España perdió la poca vergüenza que le quedaba, de su sentido del ridículo podría hacerse un tratado. 
Todo está dicho, no hay nada que rebatir: Estamos en manos de los grandes defensores de la patria, paladines de las buenas formas y el decoro, que son faro de nuestras raíces y abolengo, patriotas de catecismo y opusdei, de tortilla y pandereta, que ponen coto al aborto cual obispo misógino, mientras escuchan sin rubor cómo tildan de puta arrastrada a su patria desde Alemania. 
Esto pinta mal, muy mal. Y conste que me importa tres cojones como tilden a España los teutones, verdes las siegan, en ese aspecto..... y desde hace siglos, verdes al menos después de fundir los ahorros poniendo picas en Flandes, y eso encima para apostar por Torquemada pasando un mazo de Lutero.
Pero qué les vamos a contar, si hace tanto tiempo que España perdió su capacidad de gobernarse que ya ni lo recuerdo...... 
Lo que me enerva, lo que me quita el sueño, por lo que entro a pegar voces en este chiringuito vigilado, es por este GRAN HERMANO que nos van colando por la cara. Quiero decir que me voy a cagar hasta en los muertos del Rey Borbón para que sepan bien de lo que hablo, o de Gallardón, o de Botín, o de la santa Infanta y su consorte, o de ese Golum que tenemos en hacienda y que sigue empeñado en buscar en las arcas su tesoro, en esa hacienda que es de todos…. La lista es tan larga como el memorial de sus delitos. 
Así que sí, voy a cagarme en sus muertos más recientes, y a seguir deseando que los MATEN A TODOS. Porque parece ser que la cuestión está ahí, en lo que quieres o anhelas: que uno ya no puede desear la muerte a nadie, y menos por escrito, ¡y mucho más si el escrito es difundido!, y no porque no se cumpla si lo expresas, como cuando tiras la moneda al pozo y pides el deseo. No no no, ¡es que resulta que ahora es enaltecimiento del terrorismo!, fíjese usted…. Desear la muerte a un payo, algo tan sano, tan cristiano, algo tan español desde siempre, de toda la puta vida, pues sí, desearle la muerte a un cerdo ahora es enaltecimiento del terrorismo. Y si encima lo rimas y la peña te sigue, ¡entonces ni te cuento!
Pero vamos a dejar de bromear, vamos a desear que los maten a todos de verdad. Vamos a recordar que llevo dos días detrás de esto, con la idea en la cabeza, sin tiempo para ponerme a ello, y que al final me he decidido. Mayormente porque sí, sólo por ver si mañana vienen a detenerme a mi, si vienen a juzgarme a mí también.... juzgarme por enaltecimiento del terrorismo, ¡que ya es que sería para troncharse de la risa! A mí, yonqui fino desde crió, hasta que largué la mala vida en una curva para preocuparme sólo por los libros. 
Y es que ahí está el quite, canallas: que aunque no tenga ideología sí que tengo biblioteca. Y así es que puedo decir y asegurar que tenemos un rey rastrero y majara, un regente del que toda persona medianamente ilustrada, y que no se deje adocenar por la telemierda, sospechará seriamente que mató a su hermano para quedarse con el juguete más preciado, y que no fue otro que el trono de España servido en bandeja por un caudillo que le dejaba bien marcado el plan de vuelo. Sólo así se puede entender que jamás se juzgase a los subordinados del generalísimo, a la turba de verdugos que sembraron de cadáveres las cunetas del pueblo; sólo así se puede entender que se nieguen sistemáticamente a esclarecer los hechos, a enterrar decentemente esos restos despojados; sólo así se puede llegar a asimilar que llamaran ejemplar transición a un trasvase de poderes vergonzoso y solapado; sólo así se puede entender que llamen democracia al mantenimiento de un régimen que sólo se lavó la cara en la pila del agua bendita, que se adecentó para mostrar las urnas en el escaparate de Europa mientras las mismas momias milenarias seguían aferradas a sus sillas… y así así, per secula seculorum…
Quiero decir con esto que sé muy bien de lo que hablo, que sé muy bien lo que es el terror y el terrorismo, como cualquier hijo de vecino. Que reconozco el enaltecimiento del terrorismo porque lo llevo viendo toda la vida, porque lo mantienen en el aire como las esporas de un virus. Pero es que de un tiempo a esta parte me lo están metiendo por la boca como un purgante o lavativa. 
Y eso es lo que no voy a permitir, o dejar pasar sin abrir la boca, que es mayormente por lo que al fin me he decidido: no voy a permitir que os escaqueéis, hijos de puta. Vamos a dejar claro que aquí los únicos que promueven el terror sois vosotros, ¡marranos! Vamos a gritar bien alto que ¡terrorismo es lo vuestro, asquerosos! Terrorismo es mantener a una iglesia asesina, una iglesia ladrona, una iglesia cobarde, Terrorismo es dar el dinero de nuestros impuestos a esos pederastas mientras la peña no cubre sus necesidades básicas; terrorismo es tiranizar los medios de comunicación en un país al borde del colapso; terrorismo es llamarnos pueblo soberano durante dos meses y reírse de nosotros durante cuatro años, y eso mientras fundís las arcas del estado como si fuese la bodega de vuestro cortijo; terrorismo es asesinar la mínima esperanza: dejar a la gente sin trabajo, sin vivienda, sin dignidad; terrorismo es exprimir el presente hipotecando el futuro para repartirlo entre los colegas de compadreo; terrorismo es cercenar de cuajo la educación para ponerla en manos del señorito, accesible tan sólo a su poder adquisitivo, condenar a ser un mozo de almacén a la gente sin posibles aunque valga y darle carrete al dueño del cortijo aunque tenga acémilas por hijos.
Y en fin, con punto y aparte para acabar de enumerar, terrorismo y sin perdón, es desmantelar una sanidad que era ejemplo en el mundo para convertirla en una clínica privada del estupro y la desvergüenza, punto cero de vuestros compadreos infames y de vuestra educación jesuita. Y esto por dejar tranquilas a las putas madres que os parieron, que aunque sean unas santas como madres, no dejan de merecer la horca por haber parido a semejante atajo de carroñeros.
Y así podría seguir hasta la nausea... Esa nausea que me da veros en el rastro fugaz entre peli y película, esa vergüenza ajena al contemplar la desfachatez enquistada, el vocabulario polvoriento, los modales, la hipocresía.... Esa nave podrida por la carcoma que es España y que zigzaguea a la deriva mientras el capitán y los marinos se reparten el botín en la sentina.
¡Y vosotros!, ¡vosotros!, ¡perros rastreros!,.. ¿os atrevéis a llamar a un poeta terrorista? 
No.... Terrorismo es lo vuestro, ¡asquerosos! Terrorismo es tangar a la gente y decirla que han vivido por encima de sus posibilidades, ofrecerles el ful y el periful en este mangoneo de gobierno bipartito, una jujana que sólo le rinde al que va caliente, un combate electoral entre cerdos y marranos para darle carne al noticiario. Una dieta reducida para asustar y adocenar con el fin de crear borregos castrados. ¡Qué futuro más cachondo!
Nooooooo..... Terrorismo es no tener un gobierno alternativo al que votar, no encontrar una izquierda que me represente. Y lo peor, lo más grotesco: ver a esos canallas hablando de democracia con la polla atrancada en la boca, llenándose las fauces de lefa, tildando de fascista a todo el que grita. Ellos, que fueron acunados con el cara al sol cantado como nana. Que se hacen fotos con los cachorros de sus juventudes estirando el brazo delante de una esvástica, que celebran el aniversario del golpe con comilonas y bacanales invitando a sus secuaces. En privado o en abierto porque les da igual la partitura: ellos son el pueblo elegido, ellos no hacen enaltecimiento del terrorismo.
Sí, cerdos, sí: terroristas sois vosotros, ¡asquerosos! Desde el come mierda de Felipe Glez al cobarde de Mariano Rajoy, de la guarra que tenemos como infanta a ese transformista que se llama Gallardón y que se ve con el deber de gobernar en todos los coños de españa. 
Hoy, ayer, hace unos días…. entré de paso en el fais para ver que habían detenido a Aitor Cuervo Taboada, un poeta leonés. No sé quién es ni me interesa, no lo conozco, pero metiendo su nombre en guguel medio rápida respuesta. Después me enteré que habían detenido a mogollón de peña en todo el territorio. Ni más ni menos que por gritarles las verdades a la cara.
De rodillas nos tenéis, y no conformes con darnos por el culo, nos echáis el aliento en la nuca. Vosotros sois los terroristas, y los que atentáis contra la mínima dignidad con la que merece vivir el ser humano. ¡Y YO QUIERO MATAROS A TODOS!
Si eso es terrorismo, ya podéis venir a detenerme.

ANSIEDAD. Reseña de Odklas


Por Carlos Salcedo Odklas.

Sin duda una de las lecturas más gratificantes para mi en lo que va de año ha sido este ANSIEDAD de Gabi Oca Fidalgo, una persona que encima tengo el enorme placer de conocer personalmente.

El libro lleva la coletilla de Vida de un yonki, y aunque sinceramente eso es lo que nos vamos a encontrar en sus páginas dicha coletilla puede llegar a confundir un poco y condicionar al posible lector. En el libro se habla bastante de drogas y del romance de Gabi con ellas, especialmente con la heroína y los tripis, sus preferidas. Nos relata sus colocones, las subidas al nirvana y los momentos bajos en el pozo, intenta narrar de forma sincera los efectos, positivos y negativos, nos intenta convencer de por qué son las mejores drogas que ha probado y habla con nostalgia de la bajada de calidad de las mismas a lo largo de los años. Eso nos muestra a Gabi el yonki, dicha esta palabra desde el cariño, por supuesto. La gente que no se mete o lo ha hecho tímidamente de forma recreativa no puede llegar a entender el fenómeno de las drogas en toda su extensión, la relación de amor/odio que se forma entre el consumidor y la sustancia. Los yonkis, en cambio, nos reconocemos a la legua, por los gestos, por palabras, por los lugares comunes, se crea esa camaradería al encontrar a alguien que sabes que ha estado allí, y por lo tanto su discurso no se basa solo en el morbo o la sordidez, sino en los detalles, en la subcultura, en la forma de vida en definitiva, una visión que solo pueden compartir aquellos que saben de lo que hablan porque lo han vivido con pasión. Por lo tanto este ANSIEDAD de Gabi, será disfrutado en muy alto grado por aquellos que hayan recorrido esos caminos de amaneceres solitarios y de bizarras búsquedas, pero también, por otra parte, para los no iniciados resulta una lectura cruda y necesaria ya que ¿quién mejor para hablarte de lo que no sabes que un experto?
No obstante quedarse con que es un libro sobre drogas sería arañar demasiado la superficie, aquí hay más, mucho más, pero ya se sabe lo que hay en un terreno como el editorial donde muchas veces hay que abrirse paso a codazos, como bien dice Gabi a propósito de la coletilla que acompaña al título "En fin, si sirve para vender más escobas..."
Como ya he apuntado conozco a Gabi personalmente, y si algo puedo destacar de él es su gran nivel de conversación, el tío puede ponerse a rajar sobre cualquier cosa durante horas, realizando todo tipo de comentarios ingeniosos y sacándose experiencias y anécdotas de la chistera que nos hacen estar constantemente prestándole atención y seguir pidiendo cervezas. Yo siempre he considerado la conversación superior a la literatura y, como escritor, cada vez que encuentro alguna persona auténtica, al margen, algún zumbado repleto de vivencias que se ve que no ha tenido miedo ni reparos en sacar todo el jugo posible a este juego cruel que llamamos vida, que no ha tenido miedo a caer en los pozos con tal de sentirse vivo y empieza a contarme sus aventuras no puedo por más que pensar constantemente "si esto que estoy escuchando pudiera plasmarlo de forma fiel en el papel sería algo cojonudo". Es algo que me ha pasado infinidad de veces, en noches locas, en tugurios, en callejones, en esquinas... esas personalidades que deberían atraparse para la posteridad por todo lo que tienen que enseñarnos y que, irónicamente, siempre se escapan al gran ojo del público masivo, precisamente aquel más perdido y que necesita de guías sinceros. En Gabi se aúnan al fin ambas cosas, ya que escribe como habla, con la técnica literaria de La Vomitona que diría Xen Rabanal, otro grande. Leer ANSIEDAD es como charlar con Gabi, nos va contando etapas de su vida, divertidas anécdotas, de repente se desvía y empieza a desvariar, a irse por los cerros de Úbeda, luego no recuerda bien de qué estaba hablando, lo piensa y lo recuerda y sigue donde lo dejó, llevándote por todos esos huecos de su memoria. Y como ya he dicho no son drogas todo lo que reluce, habla de su infancia en un colegio religioso, de su paso por el servicio militar, de su curro de camarero en un tugurio leonés (mi parte favorita del libro), hablando de amigos, de lugares, de literatura, hasta que de repente "coño, se hace tarde" apura la cerveza y se larga, dejándote con una sonrisa y unos botellines vacíos.
Muchos nunca tendréis la oportunidad de conocerle, desgraciadamente, pero podéis leer este libro y acercaros bastante a esa sensación, la de haber pasado un buen rato con un tío auténtico.

Os pongo un extracto del libro:


Como iba diciendo esta vida no tiene nada de perfecto y cuando salimos a la calle nos quedamos con lo puesto. Todo en su punto de partida, el mismo rollo de siempre y así toda la vida. Un día entero por delante para llenarlo, muermazo para cebarlo. Y llenas una hora, y llenas dos, tres, las medias, los cuartos, vas tapando con el mortero de tu capazo, cubriendo el agujero hasta que te quedas sin ingenio, sin aliento, forrando tus mentiras, parcheando tu desidia. Infectado con el virus del tiempo muerto, ¡la pandemia del muermo! Así hasta que no lo puedes soslayar por más tiempo sin echar los hígados en mitad de la fiesta, el baile de todos los días. Aborto de una generación de pacotilla, expósito de un tiempo sin disparo de salida. Y como para irse de vareta cuando comprendes que no hay medallas ni banderazo de meta. Haciéndote el loco en la trinchera y paleando por inercia, cargando el capazo en la zanja con el absurdo de la rutina diaria. ¡Y venga, y toma, y dale! Tragando como un cabrón con todo lo que te echan, cargando como un pollino con todo lo que te cuelgan, las mismas cabronadas de siempre, las mismas putadas marchitas, los tiros de gracia ya viejos. Y tus miedos, y tus sueños, y tus venganzas, y tus deseos. ¡No hombre no qué va!... Es un descarte funesto, es un envite muy chungo. Tenemos un trilero en la mesa y me conozco la jugada, la misma baraja de siempre, las cartas marcadas, tu baza de puta pena sin ases en la manga: Ese trabajo de mierda atestado de tarados lame culos, o la asfixiante situación de no encontrar un empleo ni en el puesto más chungo. ¡Y vuelta, y dale, y toma, y venga!
Es lo mismo de siempre, no hay opciones ni salidas… tu butaca en el tiovivo de la rutina. La misma vuelta sin remedio, el mismo ritmo de continuo. ¡Vuelta y vuelta sin moverte de tu sitio y a girar! Soldado al eje, trazado el círculo, vuelta y vuelta y a girar, a girar, a girar, a girar…
Y así un buen día te das un pico de caballo, la cosa encaja de fetén y empiezas a observar la nueva concepción del tiempo. O lo que viene a ser lo mismo. Que te pongan, que te quiten, resulta que te importa un pijo si estás llenando ese espacio vacío o si el tiempo se llena sólo porque ni el mismo tiempo te importa ya. Con este paño de por medio apuras el gusto y en menos de lo que tardo en contarlo ya has decidido que si Dios inventó algo mejor se lo guardó para Él. Nirvana sintético o estado de gracia, hay muchas formas de ver la luz sin que te empotren un foco en la cara. El siseo de las venas en sintonía con el universo. Y entonces sí que estás cómodo en tu asiento, ajeno a la vorágine del tiempo. La Verdad se disuelve ahora en tu cuchara y ahí sigues carburando la vena hasta que un buen día te despiertas en el infierno. Se cerró el círculo, ya puedes mirarte al espejo. Esto lo que hay y para de contar. No te molestes en parchear la chistera porque no vas a encontrar el conejo por mucho que le des la vuelta. En esta cruzada no hay medias tintas, así que ándate al loro porque a la mínima la pagas con la vida. Aquí no vale meter la patita a ver si el agua está fría. ¡Apechuga! Llegará un momento en el que necesitarás un chute para despegar la nuca de la almohada y entonces sí que estarás jodido de verdad. Este es el peso de la cruz, el I.R.P.F. del calvario, ¡y al lío compadre porque encima te pagas los clavos! Hasta que no mastiques la hiel de las heridas no sabrás como zurce esa corona de espinas, pero comprenderás entonces lo que cuesta echarse el tablón al hombro, recoger los pasos que has dado hasta alcanzar el punto de partida y empezar de nuevo con tu vida.


http://escritoressucios.blogspot.com.es/2014/09/gabriel-oca-fidalgo-ansiedad.html

ENTREVISTA: “La nostalgia ha causado más muertes que la heroína”

Por CAMINO SAYAGO
Es su segunda novela. La inició a finales de los noventa y cerró el último capítulo en 2010. Con“Ansiedad (Vida de un Yonky)”, el escritor leonés Gabriel Oca Fidalgo pega un último puñetazo en la mesa para poner en su sitio una parte de su vida marcada por las drogas. Probó la heroína, le gustó y prosiguió hasta el final. Ahora sigue siendo protagonista, pero de otro tiempo y de una historia que el autor cuenta en primera persona. Un relato sincero y honesto, publicado por Ediciones Lupercalia, sobre el cielo y el infierno y lleno de nostalgia. El Bar Belmondo, ubicado detrás de la catedral de León, es, este viernes 25 de julio, el escenario elegido para su presentación. Una puesta de largo en la que ha tenido mucho que ver el también escritor leonés Vicente Muñoz.
—Presentas este viernes “Ansiedad”, tu segunda novela autobiográfica sobre un microcosmos escabroso, el dominado por la fragancia sutil de la heroína. A estas alturas de tu vida, ¿resulta inocuo desempolvar el baúl de los recuerdos?
—¿Inocuo? Escarbar en el recuerdo siempre tiene efectos adversos, secundarios, que dicen los prospectos. Yo me preguntaba más bien si servía de algo… en el fondo era esa la pregunta que me hacía: ¿para qué voy a sacar ahora todo esto? Respuesta sencilla: ¡para exorcizar mis demonios!, que queda como muy literal y todo eso. Respuesta de verdad de la buena, porque me gusta escribir, por el simple y llano gusto de contarla. Contar la mía y dejar constancia.
—Tras “La carretera muerta”, publicada en 2008, te sumerges de nuevo en este mundo. Ambas novelas están escritas en clave de ironía y humor, ¿pero el visitante cotidiano del infierno que fuiste, cómo percibe ahora la intensidad de las llamas?
—Vamos a ver. El motor, la idea, el estilo, nace desde el primer momento con la intención de filtrarlo todo por el tamiz del humor, un humor maligno cuando se pueda, o simplemente cutre y chabacano. No sé si lo habré conseguido. Yo desde luego me he partido de risa con ciertos pasajes, y espero eso mismo del respetable. Eso quería: humor. Alejarme de la vertiente lastimera, todo eso del pobre de mí, un drama duro y descarnado blablablá…. En cuanto a percibir, pues desde lejos. No es lo mismo que te digan que hay un fuego en el monte que estar currando de bombero en su epicentro. Y con cuidadín, estarse a lío no vaya a caer una colilla, que no se propague el fuego.
—Tu lema es reírte y que los demás se rían al leer estos relatos de un yonqui confeso. No se advierte por ningún lado un mea culpa. ¿Es la mejor fórmula para espantar a los fantasmas y desacralizar los tabúes que envuelven a la vida con DROGA?
—¿Un mea culpa? No sé si lo pillo…. Yo no tengo que arrepentirme de nada, al menos desde un punto de vista ético, yo conmigo mismo y el resto: Nunca engañé a nadie, nunca me aproveché de nadie, era legal en ese aspecto, demasiado incluso en ese mundo, quiero decir que me tangaron como a cualquiera, pero no por eso devolvía papeletas. Otra cosa es el fin y los medios… por supuesto que delinquí de todas las formas y maneras: vendí droga mayormente, por lo general, pero robé, cambié cosas de sitio, me las quedé… Tengo la conciencia tranquila no obstante, no voy a extenderme, pero lo que hice sé dónde lo hice y a quién le afectaban mis actos. Creo que me explico… estoy diciendo bien claro que nunca le pegué un tirón a una anciana, nada de eso. En cuanto al mea culpa propio, lo que hice con mi vida, ¡qué quieres que te diga!… Me arrepiento de algunas cosas, no me arrepiento de otras… Pero me gustaba, me gustaba más que nada. Por supuesto que le quitaría las espinas al ramo de rosas, alguna si no todas, pero es que así son las rosas…
—Te defines como espectro de los ochenta, embalsamado en cuero negro, pureta con síndrome de Peter Pan hablando del paso del tiempo. ¿Qué has descubierto al volver a recordar tras casi un cuarto de siglo? Hablas de neurastenia de la nostalgia…
—Buff. Es que esto creo que depende de la persona, su sensibilidad, no sé… Neurastenia de la nostalgia, en efecto. Así la defino, me refiero a recuerdos que te desgarran, que te ponen los pelos como escarpias. ¡Joder! La nostalgia ha causado más muertes que la heroína. Esto por supuesto es mentira, pero queda bien. Mentira al menos en cuanto a cifras. Es peligrosa la nostalgia… ¿Los 80’TA? El que los vivió conoce el paño, aunque hablo de vivirlos en la arena, detrás del burladero no te coscas, no te enteras, ahí no pasa nada de nada. Pero esto vale para todas las épocas. Como vale para cualquier tiempo la nostalgia de la que hablo, cuando tiendes a entronizar un momento y una época por el simple hecho de que no volverás a verla. Ahí nos engañamos todos, adornamos los recuerdos, los enfatizamos, les damos más valor del que tienen en realidad. En cuanto a descubrir no descubro nada, es comprobar más bien lo que sabes por ciencia infusa desde crio: que da igual la época, que son todas igual de chungas, que aquí sólo llueve y hace sol para los listos, que nosotros coleguitas somos el grueso y el grueso nace crece y desaparece, como en aquel anuncio de Cucal. Esto por supuesto vale sólo para mí, no quiero sentar cátedra, no pretendo convencer a nadie. Pero conste que no exagero, que así es como lo veo. Que sigo con ese síndrome de peter pan por acción voluntaria, que es que paso de crecer, hacerme mayor, madurar y sentar la cabeza, o al menos sentarla de ese modo tan cachondo en que entiende la sociedad que debes sentarla, o asentarla.
—El tiempo es una ecuación inexorable para entender por qué estamos aquí, de hecho tú has necesitado casi veinte años para concluir “Ansiedad” y poner las cosas en su sitio. ¿En qué forma te preocupa el tiempo y qué harías ahora si regresarás al punto cero de tu experiencia?
—Bueno. No llevo 20 años escribiendo Ansiedad, pasar sí que han pasado, 20 y más. Ha ido a tirones, a remolque. En cuanto a cómo me preocupa el paso del tiempo, pues me preocupa de la forma en que debería preocuparle a cualquiera, cualquiera que tenga 50 tacos y siga viendo el mismo tejemaneje, las mismas mierdas de siempre envueltas en papel diferente. Me preocupa la puta ley de Murphy porque se está cumpliendo a rajatabla. Y paso…. Con este tema se me calienta la boca, malo que no echo fuego como los dragones. ¿Que qué haría si pudiese volver atrás? Buf. Quién no se ha preguntado eso, volver atrás, pero sabiendo lo que sabes ahora. Que qué haría…. ¡Me haría adivino!, iba a tener un programa con una audiencia del copón. Y otra cosa. En el 85 fui a ver un cóncer de Nina Hagen a Bilbao y se suspendió. Pues mira, a ese cóncer no iría.
—La literatura llegó a tu vida a la vez que el caballo. ¿Atenúo la inmersión?, ¿ha sido el mejor chute?
—Eso es una mera coincidencia en el tiempo. Sin trascendencia alguna en los resultados. Simplemente la heroína y la literatura llegaron al mismo tiempo. No fui un yonqui tipo, tardé mucho tiempo en estar realmente enganchado. Con la literatura en cambio me zambullí de lleno, realmente lo comparo con una droga de verdad, la manera en que me entregué a ella al menos, la manera en que me sumergí. Atenuar no atenuó nada. Pero sí, ha sido el mejor chute de mi vida. La droga más pura. Sin literatura la vida no tendría sentido, no merecería la pena.
—Los cómics y en especial “El Víbora” fueron tus primeras lecturas, ¿de qué forma te engancharon y cómo encaminaron tus pasos hacia el parnaso literario?
—Bueno…. Había leído algún libro suelto, sin importancia. Pero tebeos, cómic y etc leí toda la vida. Podría decirse que de Mortadelo hasta que llegué al cómic undergroud. Estaba saciado, quería más. Empecé a leer y…. el resto es historia. Cómo historia es el Vibora, historia de nuestra cultura. Almodóvar dijo algo al respecto, no cito textualmente, pero vino a decir que algún día deberíamos agradecerle a El Vibora todo lo que ha hecho por la cultura de este país. Yo se lo agradezco humildemente con el recuerdo, lo hago en Ansiedad y ya lo hice en La Carretera. ¡Unos putos CRACKS!
—El escritor Thomas Bernhard es una referencia en tu escritura que no se puede obviar. También admiras a otros autores que desempolvaron sus fantasmas, entre otros Céline, Kafka, Bukowski, Kerouac, Genet, Thomas de Quincey…
—Buff. ¡Todos monstruos! Pero es que Thomas Bernhard y Céline… Vaya dos, la pareja de ases en mi mazo de naipes, ¿los otros dos? ¡Pues Céline y Bernhard, joder! Son los cimientos, el encofrado, la cúpula de mi parnaso literario. Porque Dostoievski come aparte, no cuenta a la hora de competir. Dostoievski es a la literatura lo que Pink Floyd a la música: no entran en concurso, no participan, están por encima del bien y del mal. No se puede hablar sobre ellos, sólo puedes leerlo, escucharlos. Referencia son todos los que dices y más… referencia e influencia. Son los que más me han llegado, lo que más me gusta, lo que más me llena, la autobiografía como género literario. Después, a la hora de hablar de influencias en el estilo, o a quién se puede asemejar más mi estilo, creo que se cae por su peso que es a Céline a quien me acerco, que es con la influencia de su estilo con la que intento expresar lo que expreso. Otra cosa es que yo pretenda, o intente, o tenga la desvergüenza, o la desfachatez, o la prepotencia de intentar escribir como Céline. ¡Por favor! Como Céline no escribe ni dios….
—Admites que William Burroughs no es tu escritor de cabecera pero compartes con él “el álgebra de la necesidad”, la droga no como placer sino como alivio…
—Es que dijo todo lo que había que decir sobre la heroína. No hay más. Yonqui, la novela, podría ser un ensayo. No se puede añadir más. Es claro, conciso, certero. Fue el primero en hacerlo y lo dejó todo clarito. Como escritor no lo soporto, eso por no decir simple y llanamente que arranque a tomar por culo con sus jeroglíficos. Le quitas yonqui y marica y es infumable, el prefacio del almuerzo y cuatro cosas siendo benévolo. Y si no lo soporto es por eso, porque el cabrón escribía, podría haber seguido en esa línea, ¡pero no!, tuvo que inventarse ese estilo del cut-up que es que deja sordo a los tuertos, literatura de las pajas mentales, carne cruda para intelectuales… Todo en plan mira chaval lo profundo y lo enrevesao que soy que no te coscas. Pero Yonqui fue el primero. A partir de ahí sólo puedes añadir tu opinión, o traer el tema a tu época. O tener el Talento con mayúsculas de El Ángel, tener su Talento para escribir algo tan mágico, tan cruel y tan bello como los planos de la demolición.
—Además del cómic underground, ¿qué lugar ocupa el cine y la música en tu obra?
—En mi obra siempre está presente. En mi vida lo es todo para mí. Si me quitas el cine y la literatura me trae más cuenta pegarme un tiro. Un mundo sin cine y sin literatura no seria posible. La música hace unos años que la he dejado un poco aparte, va a ráfagas. De chinorri era mi piedra angular, empecé de muy niño a pirarme por el rock, esos grupos, sus músicos, ¡para mi eran dioses!, y te hablo con once o doce años. Y así siguió muchos años. Estaban el cómic, sí, pero la música lo era todo para mí. Los conciertos que he visto, la música en todas las fiestas, viajes, salidas, momentos, con cascos, sin cascos, en el curro o de acampada… las primeras cintas de casete, los vinilos que acumulé y que ahora ni pongo, pero que entonces, con quince o dieciséis años eran más que un tesoro para mí: la portada, sacarlo, limpiarlo, pincharlo… Y seguir las andanzas de eso dioses en las revistas, el Popu…. Todo eso pasó. Ahora apenas escucho música, voy a los cóncer aquí en León, sí, pero en casa pongo poco o nada, y cuando lo hago es clásica mientras leo. Pero la música forma parte de mi, no ya de mi cultura, si no de mi. Hay canciones que me hacen estremecer, canciones que vinculo a estados mentales, que traen consigo momentos y recuerdos. Creo simplemente que es el arte más directo, el que más rápido llega a golpear.
—Cambiando de tema, el rigor narrativo no es una de tus características, saltas hacia delante y hacia atrás: un caos que adopta los saltos como norma y las vomitonas como estilo. Dices que es tú versión en súper-8, recuerdos y ensoñaciones que se funden…
—Sí. No es lo mío el rigor narrativo, al menos en esta novela. Lo advierto de entrada y me disculpo de camino. Al fin y al cabo tiene mucho de eso, un monólogo que va saltando de puente a puente, recuerdos que traen otros recuerdos y se invocan ellos solos. Imágenes que vienen sin llamarlas y tienes que atenderlas porque ahí están.
—Finalizas la novela diciendo que la carrera ha terminado y alguno habrá ganado, ¿Tú has ganado?, ¿Qué pasó con la llave del Paraíso-cadena Inexorable?
—Depende del punto de vista. No es un partido, ni una confrontación con tangibles, aquí hay mucho intangible… Para mí ya es una victoria el simple hecho de no estar pagando la hipoteca de un piso, de un coche, llevar los niños al colegio, que me ponga morros la mujer en la cena porque han venido los suegros y he llegado tarde al festival. Tengo 50 tacos, o casi, 48, qué más da…. Y entiendo que alguno flipe al leer esto, que me mire como a un marciano por exponer esta filosofía. Pero es lo que hay, más flipo yo cuando veo una pareja joven, cuerda y sana que se pone de acuerdo para traer una criatura a este mundo. Pasa sólo que yo me lo cayo, o no había dicho ni ojos negros hasta este momento.
¿Si gané? ¡Joder!, estoy vivo. Estoy cuerdo. Y salvo un hígado levemente resentido, estoy vivo cuerdo y en un buen estado de salud. No sé si he vencido, nunca me lo he planteado así. De la cadena inexorable y blablablá también habría mucho que contar. Por ejemplo que en los 80’TA las calles estaban infestadas de heroína. ¡Ese cuento se acabó! Ahora se lleva la blanca, la farla, el perico, el merengue… la coca, ustedes ya me entienden. La puta cocaína y el speed y las pastillas. Modas, estilos, ¿pero son modas y estilos que impone alguien en su momento porque conviene? Vamos a correr un tupido velo, o como dicen en mi barrio ¡que corra el aire! ¿Yo? Yo aquí estoy. Esperando a que la den regulada y con receta en la farmacia, ¡la heroína!, digo, que es tanto como esperar a encontrar un político que no sea corrupto en este país de farsantes. Mientras tanto me mantengo lejos y alerta. Siempre alerta, no se pueden bajar los brazos, ni dejar de vigilar porque haya pasado el peligro.
—“No voy de mártir. No voy de listo. No voy de duro. No voy de nada. Cada cual debería ser juez y verdugo de sus propios actos”. ¿El destino es infalible?
—Que no voy de mártir es un hecho, que no voy de listo se da por entendido, y en cuanto a duro, te puedo asegurar que soy duro como la mantequilla. Lo de juez y verdugo ya es más fácil…. Pa eso tenemos al gallardón que cuida de nosotros como el Batman con gotan city. ¿El destino? “El destino es de lo malo lo peor, la zancadilla perpetua y en circulo.” Son palabras de Céline. Yo sólo digo que el destino existe, y no voy a discutir, paso de enzarzarme con cartesianos. Del mismo modo que no discuto con iluminados que piensan que el aborto es un insulto a dios, o una afrenta a Snupi y al niño Jesús.
- "Ansiedad".Portada
– “Ansiedad. Vida de un yonqui”. Portada del libro.
Dices que Vicente Muñoz ha sido un importante motor para que tu novela llegará a buen puerto, ¿no habría sido posible la publicación sin él?
—Eso sin duda. Lo afirmo y lo mantengo. Pero no ya con Ansiedad, con La Carretera muerta también. Fue a Vicente al primero que le pasé mis escritos, y fue él el que me dijo que valía, que no lo dejase, que siguiese adelante. Vicente lleva muchos años dejándose la piel con este tema. Los resultados ahí están: una veintena de libros publicados: poesía, narrativa, ensayo. Y eso sin olvidar su fanzine, ese maravilloso Vinalia Trippers en el que empezó a publicar tanta peña. Y las colaboraciones, y sobre todo las antologías que ha llevado a cabo. Pasa que él sigue adelante, no se detiene, no ha terminado con una cosa y ya está en la siguiente, sin pensar en resultados. Pero yo sí, yo sí que pienso. Y pienso que es una indecencia que haya mogollón de plumiferos chupando de la teta vitalicia, que es una aberración tener a un montón de cagatintas subidos al carro del éxito mientras que a gente como Vicente Muñoz Alvarez, o David González, no se les reconoce su trabajo. Yo no valgo para eso, soy muy vago, dejando a un lado que me puede el desencanto. Yo simplemente mando el tocho a una editorial, me dan el NO por respuesta y ya es que paso de volver a intentar. Fue Vicente el que me dio la confianza suficiente por un lado, y fue él el que me puso las cosas en su sitio, cuando mandé uno de mis escritos al premio Nadal ni más ni menos. Pero bueno, con eso podría escribir un relato: sin sangrado en la derecha, con faltas, de pena. Me explicó lo que hay, y que para nosotros hay editoriales alternativas, publicar ahí sin esperar nada. Me dio unas cuantas direcciones, modo de hacerlo. Lo hice pero no llegó a buen puerto. Total que pasé, normal en mí. Pero él no. Y fue él, Vicente, el que me puso en contacto con eclipsados en su día donde terminé publicando La Carretera. Entre medias he publicado tres micro relatos en el Vinalia. Y ahora, de nuevo gracias a él, vuelvo a publicar con Lupercalia esta Ansiedad. ¿Que vale? ¿Que es bueno? ¿Que si no tuviese calidad por mucho que mediase Vicente no hubiese prosperado? De acuerdo, puede. Pero es que si no da el paso Vicente, mi colega Vicente, aquí sigo yo encerrado en mi rutina. Es lo que hay y así tengo que decirlo. Una de esas personas de las que te precias de ser su amigo.
—Por último, ¿en qué andas metido, qué te ronda por la cabeza, qué proyectos tienes?
—Leer, chupar cine y series por un tubo e intentar escribir en la medida de lo posible.
¿Proyectos? Pues una novela. Una novela que lleva apalancada en su esqueleto más tiempo incluso que Ansiedad. Nunca pensé que volvería a meterle mano, como digo es el armazón y necesita mucho curro, no me veía ni con fuerzas ni con ganas de ponerme a ello. Ansiedad me ha dado el impulso y con ella estoy. ¿El argumento? Pues es novela, y novela de ficción, o sea, argumento nudo y desenlace, más o menos. Teniendo en cuenta que va narrado en primera persona por mi menda. Pero novela de ficción al fin y al cabo. ¿Y que cómo se desenvuelve? Pues en el único sitio en que se puede desenvolver, en los años ochenta, con dos críos espabilaos, violencia, quinquis, heroína, sangre de barrio, los Chunguitos y los Clash. De momento no os cuento más. Ni menos…